Después del Teams, el silencio laboral
Después del Teams, el silencio laboral
Vivimos en una cultura de la inmediatez, donde los límites entre la vida profesional y personal se han difuminado peligrosamente. El “solo es un momento”, “mando este correo y me voy” o los mensajes fuera de hora en Teams o WhatsApp se han convertido en la norma silenciosa de muchas organizaciones. Pero el tiempo de descanso no es negociable: es un derecho. Y garantizarlo no es solo una cuestión de bienestar, sino de cumplimiento legal y estrategia empresarial.
Aunque se trate como si de una obligación nueva se tratare, hace ya años que el ordenamiento jurídico reconoce el derecho a la desconexión digital, pero su aplicación práctica sigue siendo una asignatura pendiente en muchas empresas. ¿Cómo se garantiza? ¿Qué riesgos existen si no se respeta? ¿Y qué beneficios tiene para la compañía implementarlo correctamente?
En este sentido, cobra especial relevancia la esperada entrada en vigor del registro horario digital, una medida que pretende facilitar el control efectivo de la jornada laboral, reforzar el cumplimiento normativo y, especialmente, ayudar a visibilizar y evitar excesos que impidan una desconexión real. Esta herramienta, si se implementa correctamente, permitirá a las organizaciones identificar desviaciones y adoptar medidas preventivas con mayor agilidad.
Más allá del plano legal, la falta de desconexión digital tiene consecuencias reales en el día a día: desde el aumento de bajas por ansiedad o estrés, hasta el deterioro del clima laboral, pasando por la pérdida de productividad. También está directamente relacionada con fenómenos como el burnout, la rotación no deseada o la desmotivación.
En términos jurídicos, no desconectar implica riesgos tangibles:
Es decir: no se trata de apagar el ordenador tras la jornada laboral oficial, sino de que la cultura corporativa no premie —ni espere— estar conectado a todas horas.
Una buena política de desconexión digital debería abordar:
De hecho, en muchas empresas persiste la creencia de que el trabajador “más implicado” es el que responde antes, incluso fuera de horas. Pero en realidad, esa dinámica genera confusión, desigualdad (los que no responden parecen “menos comprometidos”) y un desgaste progresivo que perjudica tanto al empleado como al equipo.
Una política clara de desconexión digital, bien comunicada y bien aplicada elimina esa ambigüedad y establece reglas del juego más sanas, sostenibles y justas.
Cumplir con el derecho a la desconexión es una obligación legal, sí. Pero también es una oportunidad. Las empresas que lo están aplicando de forma eficaz están viendo beneficios concretos:
Desde BDO ayudamos a las empresas a diseñar e implantar protocolos de desconexión digital adaptados a su operativa real, con enfoque preventivo, seguridad jurídica y visión estratégica. Porque después del Teams - y del WhatsApp, y del correo- , lo que toca es el silencio.
Aunque se trate como si de una obligación nueva se tratare, hace ya años que el ordenamiento jurídico reconoce el derecho a la desconexión digital, pero su aplicación práctica sigue siendo una asignatura pendiente en muchas empresas. ¿Cómo se garantiza? ¿Qué riesgos existen si no se respeta? ¿Y qué beneficios tiene para la compañía implementarlo correctamente?
En este sentido, cobra especial relevancia la esperada entrada en vigor del registro horario digital, una medida que pretende facilitar el control efectivo de la jornada laboral, reforzar el cumplimiento normativo y, especialmente, ayudar a visibilizar y evitar excesos que impidan una desconexión real. Esta herramienta, si se implementa correctamente, permitirá a las organizaciones identificar desviaciones y adoptar medidas preventivas con mayor agilidad.
Más allá del plano legal, la falta de desconexión digital tiene consecuencias reales en el día a día: desde el aumento de bajas por ansiedad o estrés, hasta el deterioro del clima laboral, pasando por la pérdida de productividad. También está directamente relacionada con fenómenos como el burnout, la rotación no deseada o la desmotivación.
En términos jurídicos, no desconectar implica riesgos tangibles:
- Puede derivar en reclamaciones por horas extraordinarias no registradas pero demostrables (sí, los correos a las 22:00 también cuentan).
- Puede convertirse en un factor de riesgo psicosocial, con consecuencias legales si no se evalúa ni se previene adecuadamente.
- En casos extremos, podría utilizarse como indicio en reclamaciones por acoso laboral, especialmente si hay presión jerárquica continuada fuera de horario.
Es decir: no se trata de apagar el ordenador tras la jornada laboral oficial, sino de que la cultura corporativa no premie —ni espere— estar conectado a todas horas.
¿Qué implica aplicar el derecho a la desconexión (de verdad)?
Una buena política de desconexión digital debería abordar:
- Definición de horarios claros y respetados.
- Reglas internas sobre el uso del correo, chats y apps laborales fuera del horario de trabajo
- Medidas preventivas frente a la sobrecarga digital: número máximo de reuniones diarias, pausas obligatorias, revisión de agendas innecesarias.
- Formación específica a directivos y mandos intermedios, que muchas veces reproducen patrones de disponibilidad sin ser conscientes de su impacto.
De hecho, en muchas empresas persiste la creencia de que el trabajador “más implicado” es el que responde antes, incluso fuera de horas. Pero en realidad, esa dinámica genera confusión, desigualdad (los que no responden parecen “menos comprometidos”) y un desgaste progresivo que perjudica tanto al empleado como al equipo.
Una política clara de desconexión digital, bien comunicada y bien aplicada elimina esa ambigüedad y establece reglas del juego más sanas, sostenibles y justas.
Cumplir con el derecho a la desconexión es una obligación legal, sí. Pero también es una oportunidad. Las empresas que lo están aplicando de forma eficaz están viendo beneficios concretos:
- Mejor clima laboral y mayor motivación.
- Disminución de bajas por estrés.
- Mejor reputación como empleador (employer branding).
- Mayor claridad y eficiencia en la comunicación interna.
Desde BDO ayudamos a las empresas a diseñar e implantar protocolos de desconexión digital adaptados a su operativa real, con enfoque preventivo, seguridad jurídica y visión estratégica. Porque después del Teams - y del WhatsApp, y del correo- , lo que toca es el silencio.